Trabajo. Profesión. Oficio.

Mucha gente busca un trabajo y ejecuta éste solo como un medio de manutención; esa gente rara vez va más allá de lo establecido por las reglas definidas por la organización y por las normas impuestas por su patrón, por ello, no es sorpresa que esas personas se sientan estancadas profesionalmente hablando y terminen cayendo en un círculo vicioso del cual es muy difícil salir.

Hay otra gente que hace de su trabajo una profesión  (aunque otros muchos creen que por el simple hecho de tener un título profesional les da el derecho de ejercer un trabajo sin merecerlo), poniendo en práctica lo aprendido en su paso por las aulas, a menudo de la mano de manuales de comportamiento académico, o bien de guías aprendidas (no siempre buenas, ojo) sobre la marcha, en la organización que se desempeñan. En otras palabras, estos profesionistas se mimetizan con la organización y son rentables para la firma, mientras sigan dentro de los canales que ésta les marca formal e informalmente. Tener una profesión es derivado de un proceso más largo que simplemente salir a buscar trabajar por un sueldo o salario.

Y luego existe el oficio.

Y cuando pensamos en oficio, muchas veces se nos viene la imagen de un artesano o persona que hace algo de manera medio empírica, no calificada académicamente. Vaya, en nuestra cultura, muchas veces el mencionar “Oficio” es pensar en el plomero, pintor, ebanista y demás ocupaciones de trabajo duro y a veces bajamente remunerado. Pero en realidad el oficio es algo que cada uno de nosotros podemos aprender, sin importar el área en la que nos desarrollemos, y si a esto le sumamos  preparación académica, tenemos muchas más oportunidades de destacar en el competido ámbito que nos movemos.  Y es que aunque uno haya pasado 5 años en universidad, cursando “ene” asignaturas sobre un tema, la verdad (aunque les incomode a algunos académicos) no es hasta que te pones a ejecutar en la vida real eso que aprendiste en la escuela, que en realidad comienzas a ver, no los frutos, sino apenas las semillas de lo qué en realidad te puedes convertir.

¿Cómo conviertes esas semillas en frutos? A base de trabajo constante, contestándote en el camino preguntas que a veces ni sabías que existían (no, en la Universidad no te enseñan un oficio, te preparan para una profesión).  Así, tras hacer y hacer y hacer, un buen día te das cuenta que eres un maestro en esa área, y te cae el veinte que has aprendido un oficio. En ese instante te das cuenta que le gente te valora, respeta y admira por lo que sabes, pero sobre todo por lo que haces y cómo lo haces. Sí, es en ese momento en el que te das cuenta que eres afortunado porque tienes un trabajo, una profesión y un oficio, juntos en un mismo empaque. Vaya, tienes lo que yo llamo “el triple play”.

Personalmente las personas más felices, plenas y agradecidas que conozco tienen esa virtud, tuvieron la paciencia y dedicación suficiente para buscar su oficio, ya sea en la rama de los negocios, artes, deporte y más, sumándolo a su profesión (nota desalentadora para aquellos que estos tiempos quieren todo fácil y rápido: el oficio es lo contrario, requiere muchas horas de inversión y esfuerzo).

Creo que es hora de que más gente comience a buscar su oficio mientras trabaja, nos iría mejor a todos.

CLJ