¿Qué? ¿Cómo?

Dos palabras. 

Dos preguntas básicas para hacer algo, tanto en mercadotecnia como en otros andares de los negocios y de la vida misma.

Sí, esas dos simples preguntas nos abren un set de amplias posibilidades, pero extrañamente a menudo son mal planteadas cuando tenemos frente a nosotros un problema que resolver o una oportunidad que capturar.

Y es que aunque por lo general, cuando algo falla en la organización -o en nuestras vidas- y no se logra el objetivo definido, el primer presunto culpable de esta situación no grata, es el “cómo”.Irónicamente nos cuestionamos esa pregunta y sus derivaciones, transformando el “cómo” en un “qué” a posteriori. “¿Qué fue lo que hicimos mal? ¿qué debimos de haber cambiado en el trayecto? ¿qué acciones salieron sobrando y/o faltando para lograr llegar a la meta?” son algunos de los “qué” derivados del “cómo”, incluso algunos desanimados llegan hasta a decir “¿qué carajos hago aquí?”.

Y es que muchos fallan no por tener un mal  “cómo” , sino por tener un despistado “qué”.

Si la primer pregunta (el “qué”) está mal definida no es de sorprenderse que los “cómo” no nos ayuden mucho en la consecución del objetivo. Y ese es un problema recurrente en muchas organizaciones: invertirle poco recurso (humano, monetario, de tiempo) al “que” y gastar mucho en “cómos” que no es que sean malos, sino que no obedecen a un “qué” claro, preciso y conciso. Mientras que otras veces el asunto es que el “qué”, aunque bien definido por las cabezas de la organización, no se comunica bien al resto del equipo, diluyendo su poder?o inicial; s?, la mira se desvía del objetivo en el trayecto.

En resumen, ¿qué hay que hacer para que el “cómo” nos genere buenos resultados? ayudarle, teniendo un buen “qué”.

¿Donde y cuándo? Aquí y ahora.

CLJ

ps:

Les ofrezco una disculpa por la gran cantidad de “” usadas en este post 🙂