-Señor, es usted un ingenuo -¿En serio? ¡gracias!
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Las grandes ideas, los grandes inventos, los grandes logros, tienen un común denominador, una de esas cosas que no se pueden cuantificar y que incluso muchos teóricos niegan su existencia como eje de desarrollo en una organización: una alta dosis de ingenuidad.
En nuestra cultura, por décadas nos han programado que la ingenuidad es sinónimo de sueños guajiros, incluso de poca agudeza mental, pero en realidad, dista mucho de ello. Ingenuidad es creer en el ingenio, es escuchar esa voz que habla a la innovación, dejando a un lado los prejuicios anclados, fórmulas gastadas y sobre todo los temores muchas veces falsamente calificados como pensamiento lógico y racional.
Ingenuidad es por definición la aplicación del ingenio no solo para encontrar respuestas, sino para generar las preguntas no obvias. La ingenuidad no se hace la pregunta “qué debo de hacer para solucionar un problema?”, sino “qué podría yo hacer para generar valor, para crecer?”
Es ahí donde la ingenuidad deja de ser un “problem solver” más, para ser un “why not-er?”, abriendo la llave a un cúmulo de posibilidades para la organización, que ni siquiera estaban contempladas en un inicio. Cierto, la ingenuidad no se lleva bien con los temerosos, mejor dicho, estos no se llevan bien con la ingenuidad, porqué porque es difícil tenerla, cuantificarla y sobre todo aplicarla. Pero sobre todo, porque ésta rompe con viejos programas instalados en la mente.
Más de uno llamó ingenuos a los hermanos Wright cuando estaban construyendo su máquina voladora. Lo mismo le pasó a Colón, a Franklin, a Wozniak/Jobs. También a Jackie Robinson y a Kennedy cuando dijo que el hombre pisaría la luna antes de culminar la década de 1960.
En nuestro caso, y hablando de ideas más terrenales, fuimos testigos de como llamaron ingenuo -despectivamente- a la persona que fundó una cadena de restaurantes a partir de un pequeño puesto de madera, y una máquina freidora; sus allegados le decían que era una idea débil vender alas de pollo con salsa, “lo que todo puesto como el tuyo vende, son tacos o hamburguesas, nadie te va a comprar buffalo wings”. ¿Ingenuo? Sin duda. Hoy esa semilla de ingenuidad sembrada a mediados de los noventas genera empleos, ventas y utilidad a muchas personas en varias ciudades de México.
Es momento de reposicionar el concepto de ingenuidad, porque en estos tiempos donde las ecuaciones se vuelven más complejas, la ingenuidad es un arma muy poderosa. Quien la tenga y aplique bien, verá más claro el horizonte.
Think about it
CLJ