Suplementando.
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Aunque erróneamente a menudo las palabras suplemento y complemento son tomadas como sinónimos, en realidad no son cosas del todo iguales. ¿Porqué? algo que suple no necesariamente complementa (suena lógico cuando lo analizamos, pero increíblemente, en el día a día no es así). Un equipo de fútbol se compone de once jugadores y si uno de estos se lesiona o no encaja en el sentido táctico del entrenador, entonces entra de cambio un suplente para seguir siendo once (asumiendo que no han expulsado a nadie). Si fuera complemento, entonces a esos once le añadiríamos uno más, siendo 12 los atletas que corren tras un balón en la cancha.
¿Y a qué voy con todo este tema de los mentados ‘mentos’?
Esta época parece que somos adictos a los suplementos y no tanto a los complementos. Y no solo a los productos nutricionales o alimenticios, sino a las cosas de nuestro diario vivir. Pagamos caras membresías de gimnasio para poder hacer la actividad física que en teoría deberíamos de tener naturalmente en nuestros ires y venires de cada día (y que el cuerpo requiere para tener una mejor salud). Contratamos a “personalidades sociales” (así, entre comillas) para que logren el engagement que nuestras marcas deberían lograr por si mismas con su oferta de valor y personalidad con la que fueron definidas (en teoría). Pagamos por atención externa lo que en nuestro entorno no tenemos. Vaya, hasta vamos por ahí comprando estímulos químicos que sustituyen a lo que por definición natural tenemos en nuestros organismos y que por ignorancia, pereza u otras razones nos negamos a usar.
En pocas palabras, en esta vida le hemos dado la espalda a lo que está ahí esperando ser útil, para enfocar recursos humanos, materiales y tiempo a construir sus sustitutos. Ojalá y nos quedara más clara la diferencia entre complementar y sustituir, nos haríamos la vida un poco más fácil. Y rentable.
Think about it.
CLJ
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